martes, 15 de diciembre de 2009

Juzgar al Papa


MUNDANIZACIÓN

Juan Pablo II da la impresión de haber fijado, como norma de gobierno, la aceptación, la asimilación del mundo moderno. Esto, por otra parte, de acuerdo con el propósito que anunció Pablo VI en el discurso de clausura del Concilio Vaticano II.

Semejante mundanización choca con innumerables expresiones, en las que el Divino Maestro condena al mundo. No es de extrañar, pues, que muchas actitudes actuales del Papa sean objeto de comentarios y críticas de escritores católicos.

De ahí el “escándalo” de muchos cristianos, que acusan: “Ellos critican hasta al Papa”. “Ellos”, los tradicionalistas.

Hagamos algunas observaciones sobre este comentario.

Recordemos ante todo que el hombre es conducido al bien por las acciones propias de su naturaleza racional. O sea, su voluntad necesita del esclarecimiento de la inteligencia para amar y adherir al bien, y así actuar como hombre: la voluntad se inclina al bien propuesto por la inteligencia como tal.

Por otra parte, es en el seno de la sociedad que el hombre se encamina a su destino eterno. Manda, en consecuencia, la caridad que, unos a los otros, los individuos se auxilien, para discernir el bien del mal, evitar a éste y seguir a aquél.

De ahí que la crítica de ciertas actitudes, incluso del Papa —por supuesto hecha con acatamiento y respeto de su Persona— es hasta obligatoria. No olvidemos que el escándalo es tanto mayor cuanto de más alto procede.

Así, no se está “juzgando” al Papa, cuando se señala la herejía propagada por Él, al sentarse en la sinagoga en paridad de condiciones, con el rabino jefe, como si fuesen representantes de dos religiones que se equivalen.

Destacar este y otros escándalos no es juzgar al Papa.

Es auxiliar a los fieles a evitar la asimilación del error contenido en el ejemplo papal.

Bajo otro aspecto, tal censura es una profesión de Fe, que nos es obligatoria, cuando ésta es profanada u oscurecida.